Localización: Lograr el Buen Vivir para abordar las fluctuaciones climáticas y la globalización

Localización: Lograr el Buen Vivir para abordar las fluctuaciones climáticas y la globalización

21 de agosto de 2022

Christian Stalberg

Traducción al español de Ema Villanueva.

Hoy existe lo que a mi juicio es un momento sin precedentes para alterar el curso de la historia humana. Las esperanzas y los sueños de un mundo más equitativo, pacífico, justo y habitable ahora tienen una oportunidad para su realización como nunca antes, que se ha producido debido a los impactos en la sociedad de las fluctuaciones aceleradas del clima y cómo las personas tendrán que responder para poder sobrevivir. En este artículo, primero discutiré cómo los impactos de un clima que cambia rápidamente son adversos para la civilización moderna. En segundo lugar, hablaré sobre cómo la localización es la respuesta más convincente para rectificar esos impactos adversos. En tercer lugar, mostraré cómo el Buen Vivir –“vivir bien” o “bienestar”– es sinónimo de localización, pues contiene los elementos cruciales necesarios para el rediseño social, que es obligatorio si queremos sobrevivir. Terminaré el artículo con algunos ejemplos de Buen Vivir de la región andina.

La vulnerabilidad de los sistemas centralizados

Si bien la civilización humana ha disfrutado de un largo período de clima relativamente estable, ahora estamos experimentando fluctuaciones climáticas aceleradas en todo el mundo. Las temperaturas extremas, las inundaciones y los incendios están provocando pérdidas de cultivos y biodiversidad, infraestructura dañada y destruida, y pérdida de viviendas y medios de vida de las personas. Casi todos nuestros servicios vitales (alimentos, agua, energía, saneamiento, transporte) son proporcionados por sistemas altamente centralizados que son vulnerables a interrupciones o fallas debido a estas aceleradas fluctuaciones climáticas. Por ejemplo, la agricultura industrial no podrá transformarse lo suficientemente rápido como para continuar proporcionando reservas de alimentos frente a las fluctuaciones climáticas aceleradas. A medida que se interrumpen las cadenas de suministro transnacionales y fallan los monocultivos de exportación, poblaciones enteras se verán obligadas a valerse por sí mismas para asegurar fuentes alternativas de alimentos. Si queremos evitar la desnutrición, o incluso la hambruna, los sistemas de producción de alimentos adaptados a tecnologías apropiadas, a escala humana y aclimatados localmente tendrán que llenar los vacíos creados por la deficiente agricultura industrial de importación.

Hablemos del sector privado por un momento. Naomi Klein, en su descripción del capitalismo del desastre, afirma que las élites gobernantes capitalistas ven el “cambio climático” como la mayor oportunidad comercial de todos los tiempos. Sólo la guerra se acerca en su potencial lucrativo. El problema, sin embargo, es que los sistemas que sustentan nuestra civilización han sido diseñados a lo largo del tiempo bajo condiciones climáticas relativamente estables y predecibles. Ahora, con condiciones climáticas que fluctúan de manera salvaje, simplemente existe demasiado riesgo de que las cosas salgan muy mal, en especial para las corporaciones transnacionales que toman decisiones desde lejos. Los costos para asegurar que todas las posibles contingencias estén cubiertas en un entorno de clima cada vez más inestable son simplemente demasiado altos. Esto está más allá de la capacidad de manejo de la ciencia actuarial.

Ahora, pasando al sector público, el alcance y la escala de los impactos adversos debido a la aceleración de las fluctuaciones climáticas son tales que el estado ya está y se verá cada vez más abrumado. La preparación ante desastres, la mitigación para eliminar o reducir el peligro, la adaptación para resistir mejor los impactos de los extremos climáticos, todo esto será responsabilidad de cada comunidad, a nivel local. Dado que las fluctuaciones climáticas aceleradas son un peligro continuo que puede afectar a cualquier localidad en cualquier momento y causar un desastre, las comunidades locales podrían considerar seguir dos principios rectores al prepararse para el desastre. El primer principio es desarrollar solidez para resistir mejor los impactos climáticos, y el segundo es desarrollar resiliencia para recuperarse más rápidamente después de la disrupción causada por los impactos climáticos.

La necesidad crítica de subsidiariedad y devolución

En los tiempos modernos, los locales afectados por los desastres dependen en gran medida del estado para la respuesta y la recuperación. Sin embargo, dada la mayor frecuencia y el alcance cada vez mayor de los impactos climáticos adversos, depender de un recurso centralizado y, a menudo, distante para proporcionar una respuesta y recuperación oportuna ante desastres es ingenuo en el mejor de los casos y desastroso en el peor. La solución es desarrollar la capacidad local para que las comunidades puedan ser lo más autosuficientes posible a medida que los extremos climáticos se conviertan en la nueva norma. Esto incluye la ayuda mutua para que cuando las autoridades locales se vean abrumadas por un desastre, una ciudadanía bien equipada y capacitada pueda movilizarse para ayudarse mutuamente. La capacidad para hacer frente a las fluctuaciones climáticas aceleradas debe establecerse en la comunidad local que se ve afectada. Esto incluye la toma de decisiones y la gobernanza, también conocida como subsidiariedad y devolución. Estos son elementos clave de la localización, que discutiré más adelante en el artículo, pero primero tratemos de definir subsidiariedad y devolución, ya que estos no son términos de uso común en la actualidad. La subsidiariedad es cuando todas las decisiones deben tomarse en el nivel más bajo de la autoridad gubernamental competente para tratarlas. La devolución es la delegación legal de poderes del gobierno central de un estado soberano a un nivel subnacional, como un estado o municipio.

Creo que un principio fundamental por el que todos estamos luchando es que las decisiones deben tomarse más cerca de las personas más afectadas por ellas. Esto es de vital importancia cuando se abordan las crisis civilizatorias contemporáneas. Si bien los desastres relacionados con el clima ahora se discuten con frecuencia en los medios, la élite del poder ignora en gran medida la globalización, la otra exigencia que amenaza al planeta. Las vidas se viven localmente, pero están cada vez más controladas por estados remotos y tratados multilaterales, que cada vez más no comparten los intereses o preocupaciones de la población local. El estado, en su trato con el capital, ha diezmado las economías locales que alguna vez predominaron en los pueblos y aldeas, exportando industrias y medios de vida económicos a mercados laborales más baratos, a menudo en el extranjero –el resultado vicioso de la globalización. La seguridad alimentaria ha sido reemplazada por una multiplicidad de monocultivos de orígenes distantes, cada vez más industrializados, ecológicamente destructivos, de dudoso valor nutricional, enviados a través de grandes distancias.

Bajo la globalización, la precariedad aumenta y los elementos esenciales de la vida, incluidos los alimentos, el agua, la energía, el empleo y la vivienda, se vuelven menos seguros, lo que socava el bienestar psicológico y material de las personas y destruye su bienestar. Los sistemas e instituciones democráticos se corrompen y la política electoral y las formas representativas de gobierno sirven como ardid para tener voz y equidad. Las áreas protegidas por ley no tienen sentido, ya que la tierra es invadida y explotada a través de prácticas ecológicamente destructivas alentadas por transnacionales codiciosas, y la confianza en el gobierno se erosiona cuando las leyes y regulaciones no se hacen cumplir. El gobierno remoto socava la autonomía local con decisiones impuestas desde lejos, y se pueden crear impuestos onerosos por cosas en las que las comunidades locales no tienen interés.

Combatir la globalización a través de la localización

¿Cuál es la solución al desastre de la globalización? ¡Localización! La localización es un movimiento social emergente en los últimos años como reacción a la globalización y al neoliberalismo. Aboga por un retorno a una forma de vida sostenible, determinada por las personas que viven en un lugar, no por una transnacional a medio mundo de distancia. La localización combate la impersonalidad y los daños causados ​​por el capitalismo, y fomenta la autonomía y la autosuficiencia mediante el uso de tecnología apropiada, economías circulares, moneda local, ayuda mutua, comida local, asambleas populares, etc. Arraigada en la ecología del lugar, la localización fomenta el uso de fuentes locales, por lo que requiere menos energía en comparación con el transporte de bienes o servicios desde fuera de la localidad, departamento, país, región o continente.

Para llevar a cabo la localización, es necesario otorgar mayor autoridad y autonomía a las aldeas, pueblos y municipios. Los locales están en la mejor posición para abordar sus propias condiciones inmediatas y cambiantes, ya sean sociales, económicas o climáticas. Ya sea la capacidad de estabilizar su economía local, amortiguando los impactos adversos de los mercados ‘libres’ y los ‘costos (monetarios) más bajos’ impuestos desde lejos, o la planificación y ejecución de medidas de adaptación para garantizar la continuidad de sus sistemas de agua y saneamiento durante inundaciones o sequías. La localización puede ser estimulada y fortalecida por el estado otorgando mayor autonomía a los municipios para la autodeterminación, es decir, la toma de decisiones local. Los pueblos indígenas han estado practicando durante milenios la toma local de decisiones a través de asambleas populares dentro de entornos comunales. Muchas de las prácticas requeridas para lograr la localización se pueden encontrar en las “viejas” formas de los antepasados, antes de que la agregación de poder a través del estatismo y la explotación capitalista se extendiera por el mundo. Muchas de las medidas que las comunidades deben tomar para prepararse para los desastres son las mismas que se utilizan para lograr la localización. Las acciones que tomen las comunidades locales para volverse sólidas, resilientes, autónomas y autosuficientes serán a través de la reconstrucción de las economías locales, la cultura, la democracia y las fuentes de alimentos. Los desastres gemelos de la aceleración de las fluctuaciones climáticas y la globalización que hoy causa estragos en las comunidades pueden abordarse en un solo esfuerzo concertado.

Localización y Buen Vivir

Ahora, ¿dónde encaja el Buen Vivir en esta discusión? En el siglo XXI, el hábitat humano, incluidas las relaciones de unos con otros y entre nosotros y la naturaleza, ha sido moldeado por el materialismo, manifestado a través de una multiplicidad de fuerzas que incluyen, por nombrar solo algunas, la globalización, el capitalismo y el neoliberalismo. Estas fuerzas han fomentado el aislamiento, el individualismo, la competencia, la codicia, la inequidad, el clasismo, el consumismo, el materialismo, la uniformidad, la desigualdad, la injusticia y la exclusión, todas las cuales son la antítesis del Buen Vivir.

Encontrado tanto en sociedades andinas como amazónicas, el Buen Vivir se trata de una buena convivencia entre seres humanos y entidades no humanas. Se trata de los derechos de las personas a la salud, la educación y la vivienda, y promueve una forma nueva/antigua de mejorar la calidad de vida, incluida una mayor felicidad, pero no a través de la posesión de bienes materiales como promueve la forma capitalista de sociedad. Al tiempo que mejora las relaciones entre las personas y también con la naturaleza, el Buen Vivir no aspira a ser una sociedad única; por el contrario, pretende crear una sociedad pluralista con respeto por las diferentes culturas, acogiendo su participación igualitaria. Promueve los ideales de vivir en armonía con la naturaleza, siendo conscientes de la capacidad de los ecosistemas para evitar su destrucción y creando una sociedad de equidad, participación y sustentabilidad. En última instancia, el Buen Vivir fomenta el amor, el cuidado, la justicia social, la igualdad y las buenas relaciones comunitarias.

Muchas de nuestras transacciones hoy en día requieren poco o ningún contacto. Se pueden hacer a distancia por telecomunicaciones, y por el distanciamiento, no hay proximidad y contacto real entre las personas. La civilización actual sufre de una interminable pérdida de confianza entre las personas. Lo que nos dice el Buen Vivir es que las relaciones sanas, que se basan en la confianza, requieren proximidad y contacto personal. Las relaciones saludables entre las personas y de las personas con su entorno ecológico local son esenciales para restaurar el mundo a una condición de salud y equilibrio.

¿El Buen Vivir existe en algún lugar hoy o es simplemente un sueño romántico del pasado? Los elementos del Buen Vivir existen y están siendo redescubiertos, adaptados a las condiciones locales y puestos en práctica. Prácticas comunales ancestrales que datan de la época incaica hoy se encuentran en los países andinos. La tierra todavía es cultivada colectivamente por clanes familiares quechuas y aymaras llamados “ayllus”, que es la unidad socioeconómica básica heredada de la civilización inca. No solo la tierra es de propiedad comunal, el trabajo colectivo llamado “minka” se realiza con fines de utilidad social y proyectos de infraestructura comunitaria. Tanto “ayllus” como “minka” están anidados en “ayni”, que es la reciprocidad o mutualismo que es la base de la comunidad. Huelga decir que estas prácticas existen sin mercados ni sistema monetario. Un ejemplo específico de un pueblo que manifiesta elementos del Buen Vivir se puede ver en el pequeño pueblo de Samaipata en el este de Bolivia. Un Pueblo en Transición que enfatiza la comida y los bienes locales y cuya organización social se adhiere a los métodos tradicionales de democracia directa, Samaipata ha sido estudiado por investigadores. Sus hallazgos mostraron altos niveles de felicidad y una huella ecológica reducida.

Conclusión

Para concluir, creo que, en el futuro, las personas deben fomentar la localización para sobrevivir a las fluctuaciones climáticas aceleradas y también para abordar los problemas causados ​​por la globalización. En el proceso, la calidad de vida del Buen Vivir puede ser redescubierta y reinstituida en nuestras vidas y comunidades. Este es el momento para experimentos audaces por parte de personas y gobiernos. Estamos todos juntos en esto y no tenemos un momento que perder.

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Con experiencia en agroecología, manejo de emergencias, edificios verdes, energía renovable, telecomputación, cooperativas y ecoaldeas, Christian Stalberg completó recientemente un compromiso de consultoría de casi un año con el PNUD en Bolivia analizando el enfoque del gobierno central y del PNUD para el desarrollo social y económico en el contexto del cambio climático. En 2017, como especialista Fullbright, dictó un curso sobre ‘Diseño de Hábitat Humano Ecológico’ en la Universidad de San Simón, Bolivia. Stalberg tiene una licenciatura en Estudios Ambientales y Planificación de la Universidad Estatal de California en Sonoma con énfasis en Gestión y Diseño de Energía, y una Maestría en Biomimética de la Universidad Estatal de Arizona. Ha impartido cursos sobre modelado energético de edificios, generación de energía renovable, ecoaldeas y preparación para desastres para empresas de servicios públicos, empresas y asociaciones de arquitectos e ingenieros, ONG, colegios y universidades. Stalberg es actualmente estudiante de doctorado en el Instituto de Estudios Integrales de California en San Francisco, California.